lunes, 26 de marzo de 2012

PREUS: Estratégies

Relato de Fernando Trias de Bes.......


El avispado tendero
É
minuciosamente a las gentes y comercios del lugar durante meses y meses,
-“¿tantos?”, se lamentó su mujer-, abrió una tienda de comestibles. Pero no se
le ocurrió nada más y nada menos que alquilar un local de limitadísimas proporciones
y absurdamente alejado del centro, pues se hallaba a más de treinta minutos a pie del
mercado y el núcleo comercial. El barrio donde el comerciante abrió su tienda apenas
tenía vida, no atraía a paseantes ni turistas y su actividad comercial era más que escueta.
Su esposa le reclamó todo eso y se echó a llorar, presa de la desesperación. Pero ajeno a
su criterio y sus lágrimas, él decoró con esmero el local y colgó un enorme y llamativo
rótulo bajo el dintel de la puerta principal que rezaba: El Avispado.
La mujer tenía fundados motivos para llorar, porque durante la primera semana les
visitaron cinco o seis clientes únicamente, así que no tardarían en arruinarse. Para
mayor pena de la desgraciada esposa, el avispado tendero erraba a la hora de devolver
el cambio, entregando, por sistema, un diez por ciento más de cuanto correspondía. Si,
por ejemplo, debía devolver diez monedas, daba once; si correspondían veinte, tornaba
veintidós; si treinta, treinta y tres.
Sumida en la desdicha, su mujer lloró una vez más.
Sucedió que los pocos transeúntes y clientes que recibieron el cambio equivocado, interrogados
por lo sucedido, regresaron a la tienda para comprobar si había sido un error
puntual del tendero o si, por el contrario, aquel hombre no sabía restar. Para su sorpresa,
comprobaron que en una segunda, tercera o cuarta compra (no importaba cuántas
fueran) el tendero les devolvía siempre un diez por ciento más de cuanto en realidad
correspondía. La voz corrió como la pólvora y cada vecino, deseoso de comprobar en
persona lo que se convirtió en un secreto a voces, acudió a comprar cualquier cosa a la
lejana y angosta tienda, y salía disimulando o conteniendo la risa.
Su mujer lloró por tercera ocasión al saber que su marido era el hazmerreír del lugar
por su torpeza al contar y por hacerse llamar, además, El Avispado.
Pasadas cuatro semanas, el comercio del avispado tendero y su mujer se convirtió en
el preferido de todos los habitantes de la pequeña ciudad: el local estaba a rebosar de
clientes que compraban y compraban hasta ver sus alforjas desbordarse. Y todos ellos,
al llegar a sus casas, ponían el dinero sobre la mesa y contaban ávidamente el cambio
para comprobar que, efectivamente, habían recibido más de cuanto correspondía y se
complacían por saberse fenicios de éxito.
El comerciante perdió montones de dinero entregando vueltas un diez por ciento mayores
de lo que tocaba y su mujer lloraba ya todas las noches sin excepción. Y nadie,
absolutamente nadie, ni clientes ni esposa, se fijó en otra cosa que en la cantidad devuelta,
pues de lo contrario hubieran comprobado que los precios del avispado tendero
eran un veinte por ciento mayores que en el resto de comercios de la ciudad.
rase una vez un tendero que se trasladó a una pequeña ciudad y, tras observarEEL RELATO 9

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